Comparto dos experiencias que resultaron muy enriquecedoras.
El año pasado, releyendo lecturas sobre Evaluación Didáctica para trabajar con los alumnos de Perspectiva Pedagógico Didáctica del Conservatorio, recordé una experiencia que había observado un tiempo atrás (en un congreso organizado por FLADEM) donde habían participado maestros de música.
El relato, escrito por la maestra Pepa Vivanco, figura en la edición 251 de la Revista Novedades Educativas y consistía en lo siguiente: luego de haber desarrollado una clase sobre una temática musical determinada, la profesora sugirió que el grupo se dividiera en dos, se invitaba a un juego: uno de los grupos debía hacer una valoración de la clase dada a favor de la misma y el otro en contra. Me pareció tan revelador lo que fue saliendo que cuando recordé esta actividad decidí replicarla con mis grupos. (Invito a que busquen el nro. de la revista mencionada para más detalles).
Experiencia 1
Luego de trabajar los temas Diagnóstico y Evaluación a través de la dinámica de Taller , pedí a los alumnos, tal cual como lo había observado que se dividieran en dos grupos, unos harían la valoración positiva y otros la negativa sobre mi manera de haber desarrollado la clase. Les aclaré que era un juego y que tenían que tratar de desarrollar su rol de manera convincente. Por supuesto, además de generarse un momento muy ameno pude recabar algunos datos que resultaron enriquecedores: las valoraciones positivas dieron cuenta de algunas búsquedas personales sobre el modo de dar las clases que, (siendo consciente que a veces logro de manera satisfactoria y otras no), me impulsaron a seguir profundizando por ese lado.
Pero, en realidad a mi me interesaba saber qué pasaba con las valoraciones negativas, fue más difícil trabajar este tema (creo que el vínculo afectivo pesa) pero finalmente algún alumno hizo alguna observación, que si bien, otros aclaraban que estaban jugando, yo supe "capitalizar", porque sí reconocí ahí un aspecto a seguir trabajando.
Me pareció muy interesante esta dinámica porque fueron saliendo observaciones que de otra manera no surgen. Siempre, en algún momento del año pedía a los estudiantes que hicieran una evaluación de la clase y que plantearan si sus expectativas estaban siendo cumplidas o no, pero nunca lograba sacar nada en limpio, esta vez, la dinámica de juego posibilitó una modificación en la estructura grupal ,no es un profesor ubicado adelante pidiendo a un grupo de alumnos que "lo juzguen" sino dos grupos que "juegan" a encontrarse para debatir sobre el trabajo de un tercero.
Experiencia 2
Entusiasmada con esta actividad, se me ocurrió implementar algo similar pero en una clase de Lenguaje Musical (grupo de adolescentes, entre 12 y 15 años).Acá mi objetivo era otro: estaba buscando otras estrategias que me permitieran seguir observándolos.
Habíamos estado trabajando sobre unas invenciones instrumentales a partir de una lectura rítmica del programa. Estaban divididos en tres grupos, la dinámica se desarrolló de la siguiente manera un grupo tocaba, el segundo evaluaba positivamente y el tercero de manera negativa.
Acá la experiencia fue diferente porque en este sentido, los niños y los adolescentes son más espontáneos en sus apreciaciones y no necesitan entrar en un "juego" para dar sus opiniones. Sin embargo, surgieron situaciones que después trabajamos. En un caso, a un alumno que siempre realizaba comentarios negativos sobre el trabajo de los demás: le costó tanto ver lo positivo del trabajo del otro que hasta llegó a rogar que lo cambiaran de rol, por supuesto, no lo hicimos y tuvo que entrar en el "juego" de encontrar sólo valoraciones positivas del trabajo ajeno. En la vereda opuesta se encontraron algunos estudiantes de escasa participación, debido entre otras cosas a una baja autoestima, que debieron superar su temor a criticar algo en el trabajo de los otros. Por supuesto en ambos casos, siempre se pidió que tanto las opiniones negativas como las positivas debían estar fuertemente fundamentadas.
Como conté en otras entradas, estas experiencias, donde nuestro espacio en la estructura grupal se modifica, nos permite pararnos desde otro lugar para seguir observando a nuestros estudiantes y conocerlos un poco más.
El año pasado, releyendo lecturas sobre Evaluación Didáctica para trabajar con los alumnos de Perspectiva Pedagógico Didáctica del Conservatorio, recordé una experiencia que había observado un tiempo atrás (en un congreso organizado por FLADEM) donde habían participado maestros de música.
El relato, escrito por la maestra Pepa Vivanco, figura en la edición 251 de la Revista Novedades Educativas y consistía en lo siguiente: luego de haber desarrollado una clase sobre una temática musical determinada, la profesora sugirió que el grupo se dividiera en dos, se invitaba a un juego: uno de los grupos debía hacer una valoración de la clase dada a favor de la misma y el otro en contra. Me pareció tan revelador lo que fue saliendo que cuando recordé esta actividad decidí replicarla con mis grupos. (Invito a que busquen el nro. de la revista mencionada para más detalles).
Experiencia 1
Luego de trabajar los temas Diagnóstico y Evaluación a través de la dinámica de Taller , pedí a los alumnos, tal cual como lo había observado que se dividieran en dos grupos, unos harían la valoración positiva y otros la negativa sobre mi manera de haber desarrollado la clase. Les aclaré que era un juego y que tenían que tratar de desarrollar su rol de manera convincente. Por supuesto, además de generarse un momento muy ameno pude recabar algunos datos que resultaron enriquecedores: las valoraciones positivas dieron cuenta de algunas búsquedas personales sobre el modo de dar las clases que, (siendo consciente que a veces logro de manera satisfactoria y otras no), me impulsaron a seguir profundizando por ese lado.
Pero, en realidad a mi me interesaba saber qué pasaba con las valoraciones negativas, fue más difícil trabajar este tema (creo que el vínculo afectivo pesa) pero finalmente algún alumno hizo alguna observación, que si bien, otros aclaraban que estaban jugando, yo supe "capitalizar", porque sí reconocí ahí un aspecto a seguir trabajando.
Me pareció muy interesante esta dinámica porque fueron saliendo observaciones que de otra manera no surgen. Siempre, en algún momento del año pedía a los estudiantes que hicieran una evaluación de la clase y que plantearan si sus expectativas estaban siendo cumplidas o no, pero nunca lograba sacar nada en limpio, esta vez, la dinámica de juego posibilitó una modificación en la estructura grupal ,no es un profesor ubicado adelante pidiendo a un grupo de alumnos que "lo juzguen" sino dos grupos que "juegan" a encontrarse para debatir sobre el trabajo de un tercero.
Experiencia 2
Entusiasmada con esta actividad, se me ocurrió implementar algo similar pero en una clase de Lenguaje Musical (grupo de adolescentes, entre 12 y 15 años).Acá mi objetivo era otro: estaba buscando otras estrategias que me permitieran seguir observándolos.
Habíamos estado trabajando sobre unas invenciones instrumentales a partir de una lectura rítmica del programa. Estaban divididos en tres grupos, la dinámica se desarrolló de la siguiente manera un grupo tocaba, el segundo evaluaba positivamente y el tercero de manera negativa.
Acá la experiencia fue diferente porque en este sentido, los niños y los adolescentes son más espontáneos en sus apreciaciones y no necesitan entrar en un "juego" para dar sus opiniones. Sin embargo, surgieron situaciones que después trabajamos. En un caso, a un alumno que siempre realizaba comentarios negativos sobre el trabajo de los demás: le costó tanto ver lo positivo del trabajo del otro que hasta llegó a rogar que lo cambiaran de rol, por supuesto, no lo hicimos y tuvo que entrar en el "juego" de encontrar sólo valoraciones positivas del trabajo ajeno. En la vereda opuesta se encontraron algunos estudiantes de escasa participación, debido entre otras cosas a una baja autoestima, que debieron superar su temor a criticar algo en el trabajo de los otros. Por supuesto en ambos casos, siempre se pidió que tanto las opiniones negativas como las positivas debían estar fuertemente fundamentadas.
Como conté en otras entradas, estas experiencias, donde nuestro espacio en la estructura grupal se modifica, nos permite pararnos desde otro lugar para seguir observando a nuestros estudiantes y conocerlos un poco más.
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